La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses está dando paso a una interpretación del ascenso de los populismos en Occidente cuando menos paradójica. Según ese razonamiento el desarrollo de la Globalización combinado con los efectos de la crisis (que está pauperizando las clases medias) explicaría este giro nacionalista, antidemocrático y xenófobo de una parte significativa de las sociedades desarrolladas.
Visto así, Trump, los Le Pen, los promotores del brexit, o los gobiernos húngaro y polaco serían unos antisistema porque pretenden quebrantar las reglas de juego impuestas por las entidades globalizadores (como la UE) y por sus gobiernos nacionales, ya que esas normas e instituciones políticas serían las responsables de la extensión de la crisis. De hecho, todos esos populistas han llevado su ruptura con el sistema a su propio lenguaje, haciendo un uso de él antagónico a lo políticamente correcto.
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