Con la globalización, los Estados europeos sufren en general nuevas coacciones que los empujan a dictar leyes en diferentes terrenos: flexibilidad del trabajo, moderación salarial, reducción de impuestos a las Compañías, disminución de cargas sociales. Con la integración monetaria el proceso va más lejos, pues los Estados pierden la potestad en una de las más importantes funciones soberanas, la de “fabricar moneda”. Es lo que ocurrió en la zona euro (el euro entró en vigor en 2002).